Editorial: Muchos ciudadanos y ciudadanas están hasta el gorro de las peleas interesadas e intestinales de los políticos/as. Hasta las narices de ver como pierden el tiempo con bobadas, dimes y diretes, que nada solucionan los problemas de la población. Han dejado de lado el interés general, el bien común, la colectividad y como nunca antes se miran y admiran sin importarles un bledo el que dirán, además batallones de estómagos agradecidos y grandes empresas de comunicación, financiadas con dinero de todos, les ríen las gracias y esconden sus miserias y mentiras.

La clase política se ha convertido en un problema muy grande. Sus tentáculos mediáticos hace un alto daño a la opinión pública. Nunca antes los poderes denominados fácticos y oscuros habían predominado con tanta impunidad. Señalan importante lo que no es, le llaman libertad a la esclavitud. La fontanería política navega en sucias aguas que la mayoría señala como cristalinas, por la manipulación a ultranza. No les importa que sube el precio de la luz el 300%, la cesta de la compra el 40%, el IPC el 7%, los carburantes el 30%, los contenedores de transportes el 600%. Nada les conmueve. Ni sensibiliza.

Así no se puede seguir ni un día más. Se pide poder acceder a la vivienda y te hablan que dentro de dos años le darán solución y además la mitad de las comunidades autónomas, no están obligadas. La separación de poderes se junta hasta extremos de amontonamiento, sin posibilidad de diferenciar líneas. Estamos padeciendo una dictadura democrática, además como la oposición no se moviliza en las calles, la derecha no tiene costumbre, todo parece ir como la seda. La publicidad todo lo aguanta y quienes protestan no tienen voz ni altavoces. Estamos jodidos, nunca antes había ocurrido nada parecido.

Aprovechando la pandemia el mundo está girado 180 grados y nadie sabe cierto lo que ocurre. Completa incertidumbre. Comentan las malas lenguas que China y sus satélites están almacenando todo tipo de tecnología y buscan subir los precios hasta las nubes, eso significará empobrecimiento de los continentes que le hacen la competencia. Además ralentizan los transportes con beneficios impensables. Y no digamos que hemos dejado una pasta en solucionar los gastos farmacéuticos y todo lo relacionado con las vacunas. Hay tanta falta de liquidez, que Europa está haciendo dinero sin parar hace meses y asume la deuda de cada país socio a riesgo de provocar la quiebra del continente. España por ejemplo ya nunca más podrá pagar lo que debe, ni tan siquiera los intereses.

Mientras ocurre todo esto se sube el sueldo a la clase política, sindicatos, patronal, empleados públicos, se compran nuevos automóviles para pasear a las autoridades de España, Reinos de Taifas, Comunidades Autónomas, Cabildos, Consells, Diputaciones, Parlamentos, Senado. Se contratan nuevos asesores, cargos de confianza, coordinadores. Sorprende que muchos servicios públicos lo hacen empresas privadas. Se esconde en el presupuesto el gasto, la deuda, los trazos antipáticos. Por eso la Ministra cuando alaba las cuentas dice que tenemos unos presupuestos preciosos. Esos que son criticados por todas las entidades que saben de dinero.

Los ciudadanos/as tan solo quieren pagar los impuestos asumibles, las tasas reales, el catastro austero, tener farolas en las calles, que recojan la basura, que hagan la limpieza, que exista seguridad. Tan solo desean poder ser atendidos por el médico, poder asistir a clase y tener seguridad que te pagan la pensión que te has ganado durante muchos años. Tan solo desean que si acuden a la justicia, sea rigurosa y rápida. Que no te ocupen la casa que tanto te costó hacer. Que la Constitución ampare a los sin techo, los servicios sociales. Todos nuestros impuestos y tasas, los directos e indirectos deben ir a pagar el gasto de todos y que de manera equilibrada se reparta con justicia. Todo lo demás son sermones, escenificaciones grotescas, aburridos debates. Ya está bien, si no saben administrar lo público que se disuelvan las Cortes y que entren nuevos/as gestores. Alguien habrá que quiera dirigir este barco sin estar disperso. Rafael Gabaldón San Miguel.